Guaribas, Piauí y Pernambuco, tocayos en la geografía de la miseria

10/07/2003 - 18h58

14/07/2003 (Agencia Brasil - ABr) - Guaribas, en Piauí, siempre fue tocaya de Guaribas, en Pernambuco, en el bautismo, en la necesidad y en el olvido.

Para que se llegue a la primera es necesario que se enfrenten zanjas y un desierto de arena. La paciencia es el combustible cierto para los 653 kilómetros que separan la ciudad de la capital, Teresina. Si se es débil, se queda por el camino, tanto el hombre como el coche. La motocicleta, buena para desviarse de los pozos, y el lomo del burro, que casi nunca se queja, son los vehículos ideales para el viaje.

La Guaribas pernambucana es una comunidad de ex esclavos localizada, en el municipio de Bezerros, a 108 kilómetros de la capital por la ruta BR 232. Es una carretera recién bautizada de Luiz Gonzaga, un cantante de la región, en su homenaje.

Tan cerca y tan lejos.

En la sede del municipio nadie sabe muy bien explicar por donde hay que ir para que se llegue al local. En el mapa convencional, trabajo perdido. En la gasolinera, ¿Cómo señor?, preguntan los empleados. Los policiales jamás estuvieron allí, el poder público se olvidó del camino hace mucho tiempo.

Son más de 40 km de Bezerros hasta allí. En la carretera, nadie da noticia del poblado. Al llegar cerca de Guaribas, tuvimos que dejar el coche y bajar a pie, y listo, destino cumplido.

Olvidada desde que pasó a ser una villa, a comienzo del siglo pasado, Guaribas entró en el mapa, como dicen los más viejos de la ciudad, tras tornarse escaparate y pionera del programa Hambre Cero, a inicio de este año. Todo tiene mal olor, las casas están en construcción, las escuelas con las paredes rayadas por los adultos que escriben sus nombres por primera vez, el agua cerca de las casas, las cartas de amor de la primera agencia de Correos y las sábanas de algodón de la posada abierta hace poco.

La tocaya pernambucana, donde viven familias descendientes de esclavos del siglo XIX, todavía vive en el olvido. Los habitantes oyeron hablar de la homónima ciudad piauiense en la tele. Como las áreas de ex esclavos serán incluidas en el Hambre Cero, los habitantes se imaginan que días mejores vendrán con las acciones del programa. No quieren mucho, sólo entrar también en el mapa.

Pionera del Hambre Cero siente olor a novedades

"En el aire, Radio Esperanza, hablando directamente de Guaribas, Piauí, Brasil, ciudad piloto del programa Hambre Cero".

Muchos habitantes no creen en aquella voz que oyen mezclada a cohetes y alabanza a los santos del mes de junio. La estación comunitaria llegó. Hasta en los alrededores de la ciudad se escuchan las noticias de audiencia de la emisora.

Un asombro, como todo llegó hace poco a Guaribas. Ahora todo tiene olor a nuevo por allá. "Viejo aquí sólo el pueblo y la necesidad", dijo doña Tereza Rocha, 88 años, una de las habitantes más antiguas. "Por aquí no llegaba ni mala noticia, de tan lejos y aislado que es". Todavía es difícil llegar a la sede del municipio, que se ubica a 653 kilómetros de la capital, Teresina. No es cualquier coche que aguanta. En los últimos 60 km, un desierto de arena, casi sin habitantes por el camino.

"Mi hijo, Brasil fue descubierto en 1500 y Guaribas sólo ahora, este año", dijo Orlando Rocha de 62 años, sorprendido con los últimos acontecimientos en la ciudad. "Ahora viene gente de lejos para conocer las cosas de acá. Todo tiene su tiempo, llegó el nuestro, tenemos nuestro nombre escrito en el mapa".

Señor Orlando tiene una familia con diez hijos y muchos nietos en una Guaribas olvidada y aislada de cualesquier acciones políticas públicas. Sólo pasaba por aquí alguien que estuviese perdido.

Guaribas vive la segunda gestión después de emanciparse. Sólo pasó a ser noticia, en esos casi ocho años de poder, porque el alcalde Reginaldo Correia da Silva fue denunciado por el Ministerio Público departamental, bajo acusación de arrendamiento de la alcaldía para amigos. Fue alejado del cargo en dos ocasiones. El caso se encuentra en el Tribunal de Justicia de Piauí.

Buenas noticias

Con el tercer peor IDH ( Índice de Desarrollo Humano) de los 5.507 municipios de Brasil, Guaribas fue "descubierta" como uno de los laboratorios del programa Hambre Cero, iniciado en marzo. Además de beneficiar inicialmente a 500 mil familias con R$ 50 para la compra de comida, el municipio asistió a la llegada de una serie de acciones que cambiaron el paisaje y la situación de los habitantes.

"Nunca nadie nos miró. Vivíamos tirados", comenta doña Tereza Rocha. "Vi a mucha gente muriéndose aquí porque les faltaba algo, una ayuda."
En asociación con el gobierno federal, el gobierno del Estado trazó un plan de desarrollo para el municipio. Uno de los problemas más graves, como en toda la nación del semiárido nordestino y mineiro, es la falta de agua en buenas condiciones de uso. "Antes teníamos que cargar agua en cubos y caminar muchísimo", dijo Nalva Alves Rocha, de 23 años. "Guaribas ahora hace parte del mapa", repite Nalva. Un estanque en el centro de la ciudad, desarrollado por técnicos del gobierno del Estado como parte del llamado "Sed Cero", empezó a cambiar esa rutina. Ahora se camina menos, al revés de cuatro kilómetros el agua ahora se busca a algunos metros.

Cuando amanece el día, se forma una cola delante del estanque. "Mi hijo, nosotros ahora vivimos muy bien", cuenta Valda Alves da Silva, que administra el Hotel Ferreira, el pionero, inaugurado este año. Bañarse aquí aún se hace con cubos, pero la ducha está llegando.

Las condiciones económicas miserables, la falta de agua tratada y la desnutrición hicieron de Guaribas un lugar donde la expectativa de vida es de 56,11 años, muy inferior a la media nacional de 68,1 años. La mortalidad infantil, es de 59,9 a cada mil niños, la media brasileña es de 29,6. No hay estadísticas oficiales, pero el Hambre Cero, informa que en el área no se ha registrado muertes de niños en los últimos tres meses.

En la red

La mayoría de las madres perdieron sus hijos en consecuencia de la desnutrición. "Los angelitos se fueron para cerca de Nuestro Señor", cuenta el agricultor João Bertoldo de 76 años, que perdió ocho de sus quince hijos. Guaribas nunca tuvo hospital o médico. "Vi a mucha gente siendo cargada por hombres, hasta llegar a un lugar donde hubiese un coche para intentar salvarlos en una ciudad próxima", cuenta Orlando. Ahora Guariba tiene visita de médicos, a menudo.

Novedades es lo que no falta en Guaribas descubierta en 2003, como cuentan los habitantes. Durante las fiestas juninas, además de la Radio Esperanza, la ciudad pudo asistir la apertura de la primera confitería. Antes había sólo una peluquería pionera en la región.

A causa de una agencia de Correos inaugurada también este año, los jubilados y las familias beneficiadas con programas sociales del gobierno no necesitan más enfrentar carreteras de tierra hasta Caracol o San Raimundo Nonato, a casi 20 kilómetros de allí.

Las construcciones también llaman la atención. Una tienda y 6 casas populares están siendo hechas. "Ustedes vinieron a ver que somos gente, ¿no es verdad? pregunta un albañil de 27 años, Lidio Duarte Rocha.

Los habitantes cuentan cuentos curiosos sobre la repercusión de la fama del municipio fuera de la región. "La policía, el otro día, iba a arrestar en São Paulo a un chico, pero cuando él mostró sus documentos y vieron que él era de Guaribas, le pidieron perdón, porque era un ciudadano de la ciudad más 'necesitada' de Brasil", nos cuenta Orlando Rocha, un contador de historias.

Acostumbrados a recibir habitantes de Guaribas para las compras, los habitantes de Caracol es que ahora van para allá. Promueven ventas en las calles. "Las cosas ahora es que vienen hacia nosotros", dijo doña Tereza Rocha. "A veces me quedo pensando, que ha llegado nuestra vez. Eso puede parecer poco para los demás, pero para nosotros no lo es".

Comunidad de ex esclavos también quieren entrar en el mapa.

Si Guaribas piauiense, ciudad piloto del programa Hambre Cero, entró en el mapa, como dicen sus habitantes, su tocaya pernambucana ahora espera su vez. Una espera desde el siglo XIX, cuando llegaron los primeros negros que huyeron de los ingenios de la región y formaron esa comunidad, en el interior del Estado.

Desde el municipio hasta la ciudad más cercana son 40 kilómetros. En la calle nadie sabe donde queda. Ya llegaron coches por allá, pero ahora con las carreteras en mal estado no es posible hacerlo. Guaribas de Baixo (de abajo), como es llamada, aún es un pedazo de tierra rodeado por el prejuicio y abandono por todos los lados.

"Oigan, ¿ van ustedes hacia la chabola? Cuidado es peligroso, ayer mataron a dos personas", dijo una señora vecina."Oigan acá es Guaribas de Cima (de arriba), la Guaribas de ellos empieza allí", señala para bajo.

Un cartel en la puerta de una casa, recuerdo del II Encuentro de las Comunidades de Ex Esclavos de Pernambuco, realizado este año, en Conceição de las Crioulas no deja lugar a duda. "Es Guaribas de Baixo (de abajo), sí señor", confirma Flavio José da Silva, 13 años, hijo de una de las 52 familias de ex esclavos que viven en el local.

Silva, Souza y Santos

Los Silva, como Flavio, los Souza, como su primo Pedro, 11 años y los Santos, como la prima Josilene de 26, hacen parte de la población. Casi todos son parientes, como cuenta María Isabel da Conceição, 61 años, madre de Josilene. "Nietos y bisnietos del sufrimiento de mucho tiempo", dice la tocaya de la princesa que libertó a los esclavos, en 1888. "Ahora todo es libre, pero los derechos son pocos. Uno aún sufre mucho".

La chabola tiene una hilera de casas de tapia y adobe. Cerca hay una cancha de fútbol donde los niños juegan. Al cuadro que gane, dulces y torta de maíz. Sandro Lido de Souza, 28 años, es el presidente de la Asociación de los Habitantes del poblado de los ex esclavos. Representa a Guaribas en los encuentros políticos en los cuales se discute su situación. "La pelea que se mantiene tiene un origen histórico, y los jóvenes necesitan estar al tanto de eso", añadió.

Llovió mucho en la región este año. Terreno mojado, pero ajeno no representa ganancia. "No tenemos la pose de la tierra, lo que nos obliga a plantar en pequeñas áreas cedidas por los otros", agrega Valdemar Lido de Souza, 65 años, padre de Sandro y de 15 hijos más.

La mayoría de los jefes de familia trabaja "alquilando" a los propietarios de la región. Un día de trabajo, cuesta R$ 8. Y no hay lugar para todos. Con mucha mano de obra, algunos hacendados pagan entre R$ 5 y R$ 6.

El título de la tierra es una demora. El proceso, iniciado en 1996, con la firma del decreto por el gobierno del Estado, se perdió en la burocracia. "Nunca nada fue fácil para nosotros", subraya el presidente de la asociación.

Llega el Hambre Cero

En el mapa de la seguridad alimentaria, la Guaribas pernambucana hace parte del programa Hambre Cero a partir de este mes. Con la comunidad entran también otros poblados de ex esclavos del Estado como: Imbé, en el municipio de Capoeiras; Negros de Jilú, en Itacurubá; Conceição das Crioulas, en Salgueiro; Serrote do Gado Brabo y Chácara Caldeirãozinho, ambas en São Bento del Una.

El programa va a atender, inicialmente a 142 comunidades de ex esclavos en todo el país. Son 15 mil familias, establece el acuerdo firmado entre el Ministerio Extraordinario de Seguridad Alimentaria y Combate al Hambre, la Secretaría Especial de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial y la Fundación Cultural Palmares.

Los líderes de Guaribas, están optimistas con la ayuda de la tarjeta alimentación, con R$ 50 para las familias más necesitadas, como forma de reducir el problema del alto número de niños desnutridos en el área. No hay aún estadística sobre el tema.

"Ya ni sé más la cantidad de niños que vi mirando con esos ojitos pidiendo algo", se acuerda Maria Isabel da Conceição, una de las habitantes más antiguas. "Muchas veces por falta de muy poco, una pequeña sustancia, un poquito de nada". (AKR)