Historia de los indios guaraníes

17/08/2004 - 14h21

Brasilia - Cuando los europeos llegaron a Sudamérica, en el siglo XVI, más de un millón de guaraníes ocupaban la región sudeste de Brasil, parte de Argentina y de Paraguay.

A pesar de las similitudes culturales, los guaraníes nunca constituyeron una unidad sociopolítica, pero como ocurría con los tupí, en la costa entre los estados de São Paulo y Maranhão, quien aprendía la lengua en determinado lugar se comunicaba con la gente de las otras regiones.

A lo largo de la historia, las comunidades guaraníes tuvieron diversas denominaciones. Actualmente en Brasil existen tres grupos: los guaraní mbya, en la costa del sudoeste y en Rio Grande do Sul; los guaraní nhandeva, en el sur del Mato Grosso do Sul, interior del Paraná y de São Paulo; y los guaraní kaiowá, también en el sur de Mato Grosso do Sul. En Paraguay, los guaraniés están divididos en gauicurús, ayoreos y achés, y en Bolivia están los chiriguanos.

Los mbya formaron las misiones jesuítas en el siglo XVIII, los Kaiowá habitaban la región fronteriza entre Mato Grosso do Sul y Paraguay, donde permanecieron aislados hasta mediados del siglo XIX.

Después de la Guerra del Paraguay (1864-1870), que en parte tuvo como escenario el territorio kaiowá, los indios pasaron a entrar en contacto con los blancos, y en 1880 el gobierno brasileño concedió al gaucho Thomas Larangeiras el derecho de explotar la hierba mate en cinco millones de hectáreas entre el sur de Mato Grosso, el oeste del Paraná y el este de Paraguay.

Progresivamente, hasta 1940, cuando entró en decadencia, esa actividad incorporó a los kaiowá y a los nhandeva de la región a la economía nacional, contratando su mano de obra para actividades de extracción, y en las décadas 50 y 70 los indios continuaron trabajando en fincas agrícolas de colonos procedentes de todo el país que se instalaban en la región después de que Getulio Vargas instituyó, en 1943, la Colonia Agrícola Nacional, en Dourados, Mato Grosso do Sul.

Las haciendas de la región experimentaron gran impulso, principalmente a partir de la década 70. cuando la economía local se integró al mercado internacional, sobre todo con la producción de soja y la cría de ganado de corte. Con la mecanización y la especialización de esas actividades, la presencia indígena en las haciendas pasó a ser, en la mayoría de los casos, dispensable e indeseable.

La forma tradicional de organización social kaiowá y guaraní se da en familias de hasta cien personas, generalmente cerca a una corriente de agua, en una región de bosque, con buenas tierras para la agricultura, caza y pesca. Las familias las lideraba el matrimonio más experiente y que demostrase ser buen chamán, para mantener la salud de los miembros, buena cosecha y buena caza, lo que era señal de una buena relación con los dioses.

Cuatro de esas familias extensas vivían a pocos kilómetros entre sí, formando una tekoha (comunidad). Aunque no había un patio central ni casas próximas, esas familias se relacionaban por bodas entre sus miembros y fiestas periódicas en las que se intercambiaban regalos y hacían comidas conjuntas, lo que mantenía los lazos de solidaridad, cooperación y amistad.

En la década 70, decenas de esas familias extensas, cada vez más arrinconadas en las haciendas, fueron llevadas aleatoriamente para ocho reservas indígenas demarcadas por el Servicio de Protección al Indio entre las décadas 10 y 40. Tales reservas están próximas a ciudades, como Caarapó, Amanbaí y Dourados, y se proyectaron con el propósito de promover la progresiva civilización de los indios. A principios del siglo XX imperaba en la elite intelectual brasileña el pensamiento evolucionista, según el cual, esos pueblos salvajes estaban en un ciclo menos avanzado de cultura y era necesario civilizarlos.

Con las familias traídas para las ocho reservas se fueron acumulando problemas, como la falta de espacio para plantar y la demanda, cada vez mayor, de los más jóvenes por bienes producidos por los blancos, el trabajo por contrato en las haciendas y en las plantaciones de caña de azucar. Por ejemplo, en la reserva de Dourados, la mayor de la región, a fines de la década 50, la población era de menos de mil habitantes, y hoy es de casi diez mil. Problemas como los altos índides de suicidios, violencia y desestructuración familiar pueden estar relacionados a esa superpoblación, según antropólogos e historiadores.

Hoy, los cerca de 30 mil guaraníes y kaiowás de Mato Grosso do Sul ocupan cerca de 40 mil hectáreas, lo que representa poco más de una hectárea por persona, o cinco hectáreas para una familia. Los especialistas estiman que serían necesarias por lo menos 40 hectáreas para cada familia para asegurar la producción tradicional agrícola de rotación.

Agencia Brasil
Reportero: Spensy Pimentel
Traductor: Jaime Valderrama