Brasilia - Hace cuarenta años, en la noche del 31 de marzo de 1964, una insurrección militar depuso a João Goulart, democráticamente elegido vicepresidente de la República y nombrado presidente 31 meses después de la renuncia de Janio Quadros. En la mañana del primero de abril, el cronómetro de la historia empieza a marcar los 21 años que duraría la dictadura militar en Brasil. A partir de hoy, 30 de marzo de 2004, la Radiobras une esfuerzos en sus sistemas de TV, radio y agencia para poner a disposición de sus lectores un conjunto de declaraciones especiales sobre ese momento decisivo en la historia del país.
Entre las declaraciones registradas por el equipo de periodismo de la Radiobras, gente que estaba en el centro del huracán, como Waldir Pires, en 1964, Consultor General de la República, hoy ministro Jefe de la Contraloría General de la República, Almino Affonso, en aquel entonces, ministro de Trabajo, hoy abogado y miembro del Consejo de la República, y Jarbas Passarinho, jefe del Estado Mayor del Comando Militar de la Amazonia, hoy jubilado, asesor de la Confederación Nacional de la Industria.
En la capital federal, otros acompañaron de cerca los hechos de aquel momento. Estaban allí José Sarney, diputado federal por la Unión Democrática Nacional, hoy senador de Amapá por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño y presidente del Congreso Nacional, y Aldo Arantes, funcionario de la Superintendencia del Plan de Reforma Agraria, hoy secretario del Programa de Enseñanza Profesional, en el Ministerio de Educación.
En aquel entonces en el Nordeste, la lucha por la tierra asustaba a los conservadores. Miguel Arraes, gobernador del estado de Pernambuco, hoy presidente nacional del Partido Socialista Brasileño y diputado federal, fue preso tras la caída de Goulart, así como Clodomir de Moraes, militante de las Ligas Campesinas en Pernambuco, hoy profesor jubilado de la Universidad de Rondonia.
En el Centro sur del país, la represión se volcó hacia los estudiantes, como José Serra, presidente de la Unión Nacional de los Estudiantes, hoy presidente nacional del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Más tarde, la ausencia de perspectivas de debate político llevaría a la resistencia armada a brasileños como Franklin Martins, en 1964 practicante de la agencia de noticias Interpress, hoy comentarista político y director de la sucursal de Brasilia de la Red Globo de Televisión. Cualquiera que participara en los movimientos sociales estaba amenazado, como nos cuenta Clara Charff, militante feminista en Río de Janeiro, hoy asesora del Partido de los Trabajadores en São Paulo.
Instituciones como la Iglesia Católica apoyaron al principio el golpe, pero, con el avance del totalitarismo militar, pasaron a dividirse sobre el régimen, como nos cuenta Fray Betto, estudiante en la época de Periodismo, hoy fraile dominicano, escritor y asesor especial de la Presidencia de la República.
A la interrupción del flujo democrático se sumó el ataque de las articulaciones entre los movimientos sociales y culturales, en la narrativa de Gilberto Gil, secretario de Cultura del Centro Académico de la Escuela de Administración de la Universidad de Bahia, hoy ministro de Cultura.
La planificación democrática desarrollada por el equipo de Celso Furtado fue sustituida por el autoritarismo, como analiza Maria da Conceição Tavares, en aquel entonces funcionaria del Banco de Desarrollo Económico y Social, hoy economista, profesora de las universidades de Río de Janeiro y de Campinas, y asesora del Partido de los Trabajadores en el Senado.
La tormenta demoró en llegar a la universidad de São Paulo, donde estaba Paul Singer, profesor de la Universidad de São Paulo, hoy secretario Nacional de Economía Solidaria del Ministerio de Trabajo. A Brasilia, llegó antes, afectando el trabajo de gente como Sepúlveda Pertence, profesor de la Universidad de Brasilia, hoy ministro del Supremo Tribunal Federal.
Aborto de la fuerza social
"Celso Furtado tiene razón", opina María da Conceição Tavares. Es con base en el pensamiento del autor de "La Formación Económica de Brasil" (1959), ministro de Planeamiento de João Goulart, que la economista y ex diputada federal analiza el impacto político del Golpe Militar de 1964. "Allí se estaba construyendo una sociedad que obtenía fuerza social, se intentaba un proyecto de reformas que modernizaría y democratizaría el Estado brasileño, movimiento que fue abortado", dice Conceição refiriéndose al reciente libro de Furtado en el que analiza el periodo, "La Construcción Interrumpida".
Una semana después de que el Congreso Nacional declarara vacante el puesto de presidente de la República, fueron casados los mandatos de 41 diputados federales y suspendidos sus derechos políticos, entre otros, de João Goulart, Janio Quadros, Juscelino Kubitschek, Luis Carlos Prestes (secretario general del Partido Comunista Brasileño), Miguel Arraes, Leonel Brizola (diputado federal y ex gobernador de Rio Grande do Sul), Celso Furtado, además de los ex ministros de Jango Almino Afonso, Paulo de Tarso Neto (Educación), Darcy Ribeiro (Casa Civil) y Waldir Pires.
La lista, que junto con la deposición de Jango, formaba el Acto Institucional Nº 1, incluía a 29 líderes sindicales y a 122 oficiales expulsados de las Fuerzas Armadas. Dimitió a 10 mil empleados públicos por sospecha de actos subversivos, tornó ilegales los partidos de oposición, los sindicatos y asociaciones de clase, prohibió huelgas, extinguió la Unión Nacional de Estudiantes y otras entidades estudiantiles.
Golpe contra el pueblo
El historiador Jacob Gorender, entonces miembro del Comité Central del Partido Comunista, analiza el periodo en su libro "Combate en las Tinieblas". "El periodo 1960-1964 marca el punto mas alto de la lucha de los trabajadores brasileños. El auge de la lucha de clases, en que se puso en jaque la estabilidad institucional del orden burgués bajo los aspectos del derecho de propiedad y de la fuerza coercitiva del estado. En los primeros meses de 1964, se diseño una situación prerrevolucionaria, y el golpe derechista se definió precisamente por el carácter contra revolucionario preventivo. La clase dominante y el imperialismo tenían razones de sobra para actuar antes de que el mal llegase".
Uno de los principales auxiliares de João Goulart, Waldir Pires, reflexiona sobre el significado del golpe: "Nada es más terrible para Brasil que la interrupción en 1964 del desarrollo político nacional, de la incorporación paulatina de su pueblo a la cultura global de Brasil, de la capacidad de que cada uno se fuera tornando legítimo ciudadano. Todo eso fue interrumpido por una visión errónea, mezquina, torpe, que excluye al pueblo del proceso civilizador. Hoy Brasil es uno de los campeones de criminalidad en el mundo. ¿Por qué?. ¿Por qué esa exclusión?. ¿Fue el pueblo brasileño el que mudó?. ¿La naturaleza de nuestro pueblo mudó?. ¿La índole de nuestro pueblo mudó?. ¿O no mudaron las estructuras sociales, que eran terriblemente arcaicas y continuaron arcaicas?".
Miguel Arraes, en la época gobernador de Pernambuco, es uno de los entrevistados que relaciona el Golpe del 64 a un movimiento más amplio, que remota a quince años antes: "El golpe siempre existió y fue más o menos permanente desde que Getulio Vargas reasumió el poder. Hay que recordar que cuando él fue elegido, en 1950, en una gran campaña, empezó esa historia. La conspiración data del momento en el que él se posesionó".
La declaración de Almino Affonso resume la sensación de los analistas sobre el periodo: "Yo digo con toda claridad que el golpe del 64 fue menos contra el presidente João Goulart o contra otros líderes considerados de izquierda del espectro político o simplemente de izquierda, el golpe fue contra la emergencia popular".
Traductores: Alicia Rachaus y Jaime Valderrama